Por Jaime Llabrés
Para vivir no quiero islas, palacios , torres. Qué alegría más grande vivir en los pronombres: yo, tú” (P. Salinas)
Tener un mundo propio requiere sinceridad, trabajo, impudor y exige además capacidad de observación, sensibilidad, visión personal de la vida y talento. No es insólito, pues, que una gran mayoría de los falsamente llamados creadores, que confunden habilidad con estilo, prefieran “vampirizar” obras de otros. Así como no es de extrañar, que los “remakes” hayan existido desde principios de la historia del cine. Lógico, si un argumento ha funcionado bien en su adaptación a la pantalla, por qué no insistir en él. Se trata, en suma, de hacer una versión del original. Parece hoy normal que un director, para asegurar el éxito comercial, “rehaga” la historia que ha filmado con anterioridad otro cineasta. Desde el remake de “Ben-Hur”, son frecuentes los que se han hecho de películas que abarcan todos los géneros, desde el terror: “King Kong” pasando por el western “Valor de ley”, el drama: “Crimen perfecto”…Pocas veces las segundas versiones superan a las primeras, pero recuerdo dos excelentes y las dos del maestro F. Lang: “Perversidad” (cuya primera versión es “La loba” ) y “Deseos humanos” (a partir de una novela de Zola y que Renoir dirigió con el título de “la bestia humana”) y no olvido a R. Walsh que trasladó la acción de su film “El último refugio”, auténtico cine negro al mundo del western: “Juntos hasta la muerte”. Dos films memorables dirigidos por un director representante del mejor cine clásico americano. Sin embargo, casos como el de A. Hitchock que rodó las dos versiones de “El hombre que sabía demasiado”, y F. Capra que hizo lo mismo con “Dama por un día” y Leo McCarey, autor de las dos versiones de “Tú y yo” son excepcionales.
La película de Leo McCarey, “Tú y yo” o “Algo para recordar” ha sido calificada, unas veces, como comedia romántica, otras de drama romántico. Subrayo lo de romántico en ambas. En España, si no recuerdo mal, se estrenó en 1959 y tuve la suerte de verla años más tarde cuando empezaba a “liberarme” de los prejuicios que por la edad y por la afición a un cine realista y comprometido, me hubieran impedido disfrutar de esta excelente película. A los prejuicios adquiridos por unas determinadas lecturas, añadía por edad, un hipócrita pudor ante films en que las emociones y sentimientos eran parte esencial de los mismos. Hace ya años, y por supuesto, hoy más que nunca, me emociono sin complejos con películas (“Breve encuentro”), secuencias (“Million dollars, Baby”), planos (“Centauros del desierto”) o los ojos de Ingrid Bergman en el café de Rick’s (“Casablanca”) que cada vez más me confirman la ausencia de una “mirada”, de una forma de hacer cine y ver la realidad, que hoy prácticamente no existe. Desgraciadamente, como alguien dijo, el romanticismo agonizó como el verano en las playas de septiembre…. y de eso hace ya bastantes años.
Leo McCarey, el director iniciado en el mundo del cine en 1918, “hombre para todo” de la Paramount, que dirigió al “Gordo y el flaco”, a los Hermanos Marx en su maravillosa “Sopa de ganso”, a Harold Lloyd, supo, como otros grandes del cine clásico (Hawks, Huston…) cambiar de registro. Con “La pícara puritana” perfeccionó a Lubitsch y abrió el camino de “Historias de Filadelfia” de Cukor. Posteriormente rodó “Siguiendo mi camino” y “Las campanas de Santa María” dos preciosos y emotivos films y en el 39’, después de un grave accidente de coche, la primera versión de “Tú y yo”. Como todos los de mi generación, y por razones de edad las he visto en orden inverso. Las dos versiones son prácticamente idénticas en estructura, guión e incluso diálogos, pero con algunas diferencias: el color en la segunda, una pareja de actores como G. Grant y D. Kerr que “bordan” los personajes que representan y un metraje algo mayor.
La película, repleta de transiciones entre la comedia y el drama que se realizan de forma imperceptible, cuenta la historia del fortuito encuentro entre N. Ferrante (G. Grant), un playboy, y T. McKay (D. Kerr) a bordo de un trasatlántico. La obra que empieza como una comedia, con algunos toques de humor, da paso al romanticismo, inolvidables los momentos en casa de la abuela, en donde el director capta emociones y sentimientos y los trasmite en estado puro y poco a poco se decanta por el melodrama. Moverse por un terreno tan resbaladizo como las emociones, los sentimientos, la felicidad…y no caer en la sensiblería o en el sentimentalismo, es mérito de grandes artistas. McCarey lo consigue.
A partir del beso en el barco, hermosísimo beso, que, por cierto, no se ve, sólo se intuye, la cámara es un testigo siempre, guardando la distancia exacta, de unas secuencias que desembocan en él “triste final feliz” de la historia. J. L. Garci dice al respecto: “los encuadres adoptan la actitud del enamorado-enamorada en su respeto a la persona amada, esa mágica distancia donde no agobias ni desamparas, donde siempre estás”. La planificación como la de otros clásicos nunca subraya nada.
- McCarey se muestra como un gran capturador de emociones y momentos: el reflejo del Empire State en el ventanal del apartamento de Terry, las escenas en casa de la abuela, el citado beso, el descubrimiento, al final del cuadro reflejado en el espejo…En una palabra, film romántico, con un trasfondo de tristeza que habla de lo efímero de la felicidad, de lo que cuesta hallarla y de lo fácilmente que puede desaparecer.
- Renoir dijo de McCarey: “Nadie conoce los gustos del público tan bien como él” y Lubitsch uno de los grandes de la comedia afirmó: “Ese tipo, McCarey, es el mejor”. Para Ford era “el mejor de los directores”. Bien, son opiniones y de peso por…quienes las expresan. Puedo discrepar, pero lo que si tengo claro es que “Tú y yo”, transcurridos más de cincuenta años desde su estreno, es una película que, cada vez, me gusta más y añado: no hay placer mayor que ver “Tú y yo”…que verla de nuevo y eso lo hago extensivo a otras películas. Afortunadamente, al menos para mí, el cine ha sido uno de los mejores reconstituyentes que he encontrado para este “viaje” llamado vida.
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