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A propósito de “Ricas y famosas”

por Jaime Llabrés Carbonell

ricas y famosasEn el fútbol hay presidentes expertos en cesar entrenadores. Florentino Pérez es un especialista. Sin embargo, a veces, sucede también que el “núcleo duro” de un equipo, es decir, sus jugadores más emblemáticos, “hacen la cama” al entrenador. El mundo del cine no es ajeno a estas actitudes. “Espartaco” debía ser dirigida por A. Mann (uno de los grandes referentes del western) pero Kirk Douglas al poco tiempo del inicio, impuso a S. Kubrick. Más sonado fue lo sucedido en “Lo que el viento se llevó”. En esta ocasión no fue el viento sino Clark Gable el que se llevó por delante a G. Cukor que debía ser el director, pero, cosas del destino, el mismo Cukor, muchos años después, casi cincuenta, sustituyó a Robert Mulligan (“Matar a un ruiseñor”) en el rodaje de “Ricas y famosas”. En esta ocasión fue por las desavenencias entre el que iba a ser el director y J. Bisset, una de las dos estrellas del film. Así, Cukor rodó este film, su último, en el que se cuentan los encuentros y desencuentros de dos amigas de la adolescencia.

La amistad, la verdadera, la que no necesita palabras sino sólo “el saber estar”, como se dice en el film, siempre me ha cautivado. El término procede del latino amicus, que se deriva de amare y ya los clásicos la pintaban con los pies desnudos, dando a entender que no hay incomodidad por grande que sea que no venza  un amigo. En novela, Delibes, hace ya muchos años, me conmovió contando la amistad de tres niños en “El camino”, como lo hizo en el cine V. Fleming mostrándome la amistad de un niño y un pescador en “Capitanes intrépidos” pero curiosamente ha sido en el género del western donde he encontrado los mejores ejemplos de amistad y lealtad. En películas de Ford, de Hawks…y sobre todo en algunos films crepusculares, tal vez, porque, como se ha dicho la amistad es como la fosforescencia que resplandece cuando todo se ha oscurecido. Sam Peckinpah tanto en “Duelo en  Alta Sierra” como en “Grupo Salvaje” me ha dejado imágenes imborrables de una amistad que va más allá de las palabras y se centra en gestos y miradas.

“Ricas y famosas”, novela de J. Van Druten autor de “Soy una cámara” que inspiró la película de Bob Fosse “Cabaret”, se centra en ese viejo tema. G. Cukor, que llegó a Hollywood al tiempo que el cine sonoro, era, a pesar de sus años, falleció al poco tiempo, el director ideal. Por una parte, porque pocos autores han trabajado tanto como él en adaptaciones literarias: “David Copperfield”, “Mujercitas”, “My fair lady”…por otra, porque ha sido siempre considerado como un gran director de actrices que nos es lo mismo que “Un domador de fieras” como humorísticamente solía decir. La historia era, pues, la apropiada ya que se trata de un film cuyo peso lo llevan dos mujeres: Liz (J. Bisset) y Merryl (S. Bergen). La obra resulta el recorrido durante veinte años por la vida de ellas, amigas inseparables desde la adolescencia a las que el destino separa, enfrenta y vuelve a unir. Un inicio en flash-back nos presenta las protagonistas. La secuencia nos retrotrae a una noche de invierno en 1959 en una solitaria estación de tren en la que sellan, ante su inminente separación, un pacto de fidelidad. Corren los 70, han transcurrido unos veinte años desde que las dos amigas se separaron y sus vidas han tomado caminos diferentes. Liz, se ha convertido en una novelista famosa que opta por la libertad en sus relaciones pero con evidentes carencias emocionales. Le cuesta escribir, le cuesta relacionarse, le cuesta enamorarse. Es inteligente pero insegura. Merryl, por otra parte, es una mujer extrovertida y emocional, amante de la familia, y que empieza a escribir Best-sellers (para asombro de su amiga) convirtiéndose al poco en una rica autora.

La película la vi a instancias de un cinéfilo amigo. Cada vez que coincidía con él se asombraba de que aún no la hubiera visto. “La mejor de Cukor”, me decía. La mejor no, la última sí. Lo de mejor y peor va por gustos y para mí, la mejor del director sigue siendo “Historias de Filadelfia” y por detrás de ella dos films menos conocidos. “Cena a las ocho” y “Vivir para gozar”. Cuando por fin vi la película, confieso que me gustó, pero con el paso de los años mi admiración por ella ha disminuido. “Ricas y famosas” pierde en profundidad lo que gana en puesta en escena. La elegancia de Cukor es la propia de los clásicos, incluso en las secuencias de contenido sexual que sin necesidad de explicitar nada, sabe, con un montaje adecuado, no exento de humor, como sucede en la escena del avión, acrecentar el erotismo.

Es, como he dicho antes, una película sobre dos mujeres (los hombres sólo sirven para complementar algunos aspectos) que, a pesar de sus celos (palabra repetida en varias ocasiones) y envidias, se necesitan, se complementan. Una y otra han alcanzado la popularidad, son famosas, pero el éxito no es sinónimo de felicidad. La vacuidad de sus vidas es enorme, como lo es su insatisfacción, producto de su inmadurez. Sus frustraciones las llevan a un final que Cukor resuelve en una gélida secuencia y no por el frío y la nieve sino por la falta de “calor” que se desprende de ella. Final, frío y nieve, que nos retrotrae inevitablemente a la secuencia con la que se inicia la película.

Evidentemente, aparte del tema de la amistad, la película nos confirma que el éxito no es la clave de la felicidad sino que la felicidad es la clave del éxito. Lo cual, hoy por hoy, y más en esta sociedad, parece algo inalcanzable, de lo cual tendrían que tomar nota los “sesudos” teóricos de nuestro inexistente sistema educativo.